En cualquier paseo por el campo se la puede observar, incluso en esta instantánea se ve una perdiz cerca del pueblo, al lado de lo que llamamos el Pozo de la Villa, donde se ve al fondo la Iglesia de Santa Juliana.
Durante el invierno es fácil verlas solas, corriendo entre los cultivos que comienzan a despuntar, como en estos de guisante y trigo, escondiéndose rápidamente en los linderos donde no pueden ser vistas.
En el cortejo, el macho estira el cuello y entona el típico canto de la perdiz, ese que imitamos soplando con el puño cerrado delante de la boca, también coloca las plumas de la cabeza erizadas, como la vemos aquí entre los maraños de una alfalfa segada.
Después es muy frecuente verlas de dos en dos, emparejadas, listas para la reproducción y cría.
Con el cereal cosechado, se ven en grupo, varias familias, con sus pollos, vigilantes para dar la voz de alerta por si se acerca algún depredador. cada pareja puede llegar a tener hasta 16 crías.
Una de sus principales amenazas es la hibridación con otras especies de perdices que se utilizan para repoblar cotos de caza, de hecho en Villarmentero he visto ejemplares muy parecidos a la perdiz chukar.
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