De la misma morfología que la cigüeña pero con notables diferencias respecto a esta, en primer lugar en la garza real predomina el color gris, de cuerpo más estilizado y cuello a menudo plegado. Cuando vuela mantiene el cuello en forma de "ese", al contrario que la cigüeña que lo tiene estirado.
Los movimientos de su cuello son gráciles, y cuando se siente observada mueve, estira y gira la cabeza, intentando descubrir las intenciones del curioso mirón.
Es fácil verla en la Esgueva permaneciendo inmóvil en la orilla, como en esta mañana invernal con niebla, en la que solo una ligera brisa mueve las plumas de su pecho.
En su posadero al borde del río se rasca la parte alta del cuello mientras se erizan las plumas de la cabeza a modo de cresta, aprovechando un momento de descanso entre pez y pez.
A veces se camufla entre las ramas bajas de las choperas, junto al río.
Aunque se la ve con mas frecuencia en los ríos y arroyos, en nuestro caso la Esgueva o el arroyo de La Loca o la Fuentona, también se localiza en terrenos de regadío, sobre todo si se trata de tierras de alfalfa durante el invierno, donde caza pequeños roedores, como topillos (Microtus arvalis) cuando sus poblaciones se disparan.
Así en parcelas de alfalfa junto a la carretera, como por ejemplo la denominada el Palacio, antes de entrar en Villarmentero a mano izquierda, algunos inviernos se pueden observar hasta cinco o seis garzas reales como inmovilizadas preparadas para asestar un picotazo certero a alguna rana o ratoncillo. La siguiente foto ha sido tomada en tierra de la Serna, también sembrada de alfalfa.
En invierno es posible verla también en parques y jardines en lo alto de las coníferas, cerca de de balsas o lagos artificiales.
Posee una técnica de caza muy depurada, cobrándose piezas en casi todos sus intentos, algunas de ellas de tamaño considerable, como en la siguiente secuencia donde parece que ha conseguido una rata en un campo de alfalfa y cuando la engulle se duplica el grosor de su cuello, en la ultima imagen aparece un ratonero a ver si consigue otra presa.
Se puede adivinar la presencia de la garza por las huellas que deja en la orilla, en la pecina o el barro, que son grandes y de dedos largos y finos.
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